Saludos. Tengo cierta mala conciencia de tener abandonado el blog... pero es que hay trabajo y compromisos que van por delante, lo siento.
Intentaré hoy colgar alguna cosilla reciente que me gusta y que creo pueda servir a otros. Desde luego la última revista Presencia num 19, de Adsis, con entrañables páginas de algunos hermanos recientemenmte fallecidos o con la entrevista clarificadora a Jose Luis, el que comenzó esta movida comunitaria. Todo descargable en www.adsis.org. para quien quiiera conocernos un poco, es buena manera.
Ah! Y no perderse la convocatoria a un verano fraterno y solidario con la multitud de Campos de Trabajo Adsis que se ofrecen desde Europa (a realizar también en Africa).
Quería compartir una oración, encontrada en nuestro gastado libro de oraciones de casa, que es muy oportuna en estos tiempos de despedida a seres queridos:
“Algo le ha pasado a nuestra
muerte futura con la resurrección de Jesús. Antes que venga, podemos
adelantarnos y decirle: “no nos puedes robar la vida porque nosotros la hemos
regalado antes de tu visita”. Jesús nos ha enseñado a darla entera. Cuando
venga la muerte se quedará con los cadáveres, no con nosotros. Nuestros cuerpos
ya son del Señor. Nuestros miembros vivos son del Resucitado desde el bautismo.
La muerte no puede arrebatarnos porque estamos en las manos de la Vida.
Aprendimos de Jesús a darlo todo y todo lo entregado quedará para siempre,
ciento por ciento en el Dios vivo. Vamos con Jesús y nos basta ahora su camino
de pobres. Vamos transfigurados, nuevos y gratuitamente vencedores. Así,
humildemente vencida, te has hecho hermana, “hermana muerte”, pequeña, gris,
servidora de nuestra Pascua.”
El bueno de Cortés siempre nos pone en contacto directo con el buen Dios...
Y termino con una oración de Thomas Merton, otro crak del siglo XX. ¡Feliz ya próximo verano para los europeos!
Señor y Dios mío, ¿dónde he estado durmiendo? ¿Qué
he estado haciendo?
¡Cuánto he tardado en darme cuenta de la esterilidad y la confusión
de mi vida! Perdóname si ello ocurre a menudo, pues no lo deseo en modo alguno. ¡Cuan
poca fe he demostrado tener...! ¡Cuan inertes han sido mis horas de soledad y cómo
he perdido el tiempo...! Perdóname si también la próxima semana derrocho todo
mi tiempo y me sumo
una vez más en la confusión. Pero al menos esta tarde, sentado sobre una roca
entre los abedules, he pensado compungido en tu amor y en tu reino. Y de nuevo
por la noche, junto a la portería, he pensado en la esperanza que Tú has
sembrado en nuestros corazones y en el Reino de los Cielos, que tan mínimamente me he
esforzado en ganar para mí y para los demás.
Perdóname, Señor, por tu Cruz y
tu Pasión y tu Resurrección. Enséñame a ver lo que significa el haber sido salvado por tu
Iglesia. Enséñame, como sacerdote que soy, cómo he de llevar a otros al
conocimiento de Ti y de tu Reino y a la salvación. Enséñame a vivir en
Ti con genuino desvelo por
la pureza de la fe, con el entusiasmo de la verdadera esperanza, y
con auténtica y objetiva caridad para con mis hermanos, para la gloria del
Padre. Amén.