viernes, 24 de junio de 2011

En la JMJ de Roma "io c'ero"

      Saludos, en la revista Presencia, de Adsis, también publiqué una breve columna animando a participar en las JMJ desde lo que pude conocer viviendo en Roma en el año 2000. 


      Ahí va el articulillo:

     Yo estuve en la Giornata Mondiale della Gioventú en Roma en el jubileo del 2000. La experiencia fue de alegría, de ánimo y de fe. Dentro de lo que la ciudad eterna supone para descubrir la universalidad del Evangelio (eso significa “católico“) fueron momentos de gozo, de encuentro y también de compartir, con cientos de miles de desconocidas/os, una interioridad común. Una experiencia de fe vivificada por la frescura de las ganas de vida de muchos jóvenes entusiastas.
      Aún recuerdo el gusto de ir en el tranvía cantando y charlando con gente del Líbano o de Lituania; las risas del baño a manguerazos de los jardineros municipales en el tórrido agosto romano; las catequesis de sus obispos a chicos y chicas de Estados Unidos, mucho más normales que los que se ven en la tele; el impresionante gentío marchando a la Vigilia nocturna con Juan Pablo II y cómo él bromeaba, como un abuelito, con un millón de jóvenes ante sí …
      Confieso que esos días pensaba “Qué pena, lo que se están perdiendo los adsis por no venir!”
      Diez años después la Iglesia nos convoca de nuevo a un evento así, en Madrid, en agosto de 2011. ¿Responderemos con prejuicios aún? ¿Nos perderemos la ocasión de ENCONTRARNOS con tanta gente que busca o que ya está abriendo el corazón a Jesús hoy?
      Importa mucho el camino preparatorio, más que las cifras (que ya son apabullantes); que con otros podamos dialogar, caminar, aprender, entusiasmar, convocar, a muchos más; que llenemos ese evento de contenido, para no dejarlo en un folklore superficial que nadie desea, para responder a las necesidades de muchos.
      Si puedo iré, a dialogar, a conocer gente de todo el mundo, a disfrutar con hermanos en la fe, a celebrarlo (fiestuki con los amigos de Jesús, los suyos, no sólo con los míos). El Espíritu bulle ya en muchos corazones, hay que ponerse en marcha.







      Y cambiando de tema os recomiendo otro video, el del equipo de futbito de niños/as que siempre pierde, es toda una lección, enhorabuena a sus padres y madres!

En  http://vimeo.com/25397042

Un abrazo,  Pedro.

domingo, 19 de junio de 2011

GAFAS

Saludos a todos/as, por si no lo leísteis en la última revista "Presencia" de Adsis, cuelgo aquí un articulillo que publiqué. La revista se puede ver en nuestra web http://www.adsis.org/ y la podéis recibir en papel si la pedís a Secretaría.
Las imágenes son de Portoviejo y Esmeraldas, en Ecuador.
Espero que todo sea sugerente.





Gafas

Desde pequeño uso gafas. Rompí varios lentes jugando en el patio de la escuela y ya de joven me libré de la mili (antes el servicio militar era obligatorio en España) porque “era un peligro para mi país”, según dijo un capitán médico.
Si no llevas gafas, para ver bien hay que acercarse mucho, cuanto más mejor, enseñó mi miopía a mi cerebro. Y he crecido con esa ley inmutable, el reflejo aprendido de acercar la cabeza para enfocar, durante casi medio siglo.
Pero ¡qué sorpresa! Hace ya unos meses esa ley ha ido cuestionándose y la propia experiencia la ha hecho caer. Ahora leo mejor los textos alejándolos a un brazo de distancia. Lo llaman presbicia y ahora, además de presbítero, soy présbite. Siento cierta extraña alegría rebelde alejando la cabeza y oyendo interiormente cuando el cerebro dice “¿qué es eso nuevo que está pasando que ahora se ve mejor poniendo algo de distancia?”.
También en la vida, en la fe voy aprendiendo algo parecido. De la “irreductible aldea gala” fui a vivir a Roma y ví de cerca mucha Iglesia: a pesar de ciertas cosas mejorables, mayormente me gustó. Luego fui a vivir a la periferia pobre, a la Iglesia que se asoma al Pacífico y crece sufriente y alegre en Ecuador. Y me gustó también, quizás porque la distancia a Roma y la engreída Europa fuera mayor y desde lejos se veía, leía y vivía mejor el Evangelio.
Hoy vivo en Asturias, voy aprendiendo a combinar distancias y a ver con nuevos ojos, más interiores. El cerebro sigue diciendo “¿qué es eso nuevo que está pasando que ahora se ve mejor poniendo algo de distancia?” pero ahora ya no es lejanía física, es perspectiva vital y eclesial.
Y mi cerebro va madurando y dejándose hacer: pronto usaré lentes bifocales, con entrenamiento veré de cerca y de lejos correctamente. Y como cristiano desde Roma y desde los más pobres. No está mal hacerse viejo pues.
 


miércoles, 15 de junio de 2011

Cine espiritual, la fe en diálogo con la cultura.

Ya seguimos tras las celebraciones pascuales del Resucitado caminando en la vida diaria, aquí en Asturias en el fin de curso escolar.
Pero siempre será bueno tener fresca la experiencia de fe vivida, como expresa el texto de las amigas mercedarias misioneras de Berriz.


CREEMOS EN LA RESURRECCIÓN
Creemos que está viva la causa de Jesús.
Creemos que sigue vigente su concepción de la persona, de la vida y de la historia.
Creemos que la resurrección de Jesús significa la resurrección del ser humano.
Por eso el sepulcro no está totalmente vacío.
Hay muchas personas aún bajo la fosa.
Creemos que la resurrección significa
que la vida ha triunfado definitivamente sobre la muerte,
a pesar de tanta guerra, hambre, desastres y egoísmos como acompañan la vida.
Creemos que afirmar la resurrección es vivir como personas resucitadas,
forma de situarse en el mundo
vivir con un estilo de vida diferente
apuntarse a acoger y construir el Reino
de asumir las propias capacidades y las propias limitaciones
de elegir siempre ¡en la libertad, la verdad, la hermandad!
Creemos que la resurrección de Jesús significa que está vivo
y podemos encontrarnos con Él
y tener una experiencia liberadora
y seguir siendo una persona, una amalgama de trigo y de cizaña.
Creemos que para experimentar esta resurrección en mí
y en toda la humanidad, no tenemos más salida
que rebelarnos y asumir la insurrección.
AMEN.







Y siguiendo adelante en el camino, podemos adentrarnos en el naciente mundo del "cine espiritual" leyendo el artículo de Peio (Adsis en Barcelona) en la revista Vida Nueva:


Es muy recomendable para, como dice Peio, dialogar con nuestra cultura desde la Fe. También si eres educador/a y quieres conocer recursos para preparar actividades. 

Un abrazo astur,  Pedro J.



sábado, 11 de junio de 2011

ID Y PROCLAMAD LA BUENA NOTICIA

En esta fechas del año, celebrando la Ascensión y Pentecostés, es bueno ver cómo en el siglo XXI seguimos intentando llevar a cabo ese mandato de Jesús.

En Portoviejo (Ecuador) ayer Pablo, de la comunidad adsis, se ordenaba Diácono para servir a su pueblo.



En Esmeraldas (Ecuador) los adsis andan, con otros enviados, en los barrios desfavorecidos de la periferia y en la humilde Universidad local, dando futuro a los jóvenes.  En El Alto (Bolivia) sufren y avanzan con los pobres entre los pobres.

En este par de documentales vemos muchas caras conocidas y queridas:

http://www.youtube.com/watch?v=b9tO3XvCc_M

En España muchos hemos estado con los "Indignados" por las calles, buscando cambiar este mundo desde la Europa rica, que también hace sufrir a sus propios hijos...
 


 Si quieres seguir estos caminos vente con nosotros "al viento del Espíritu".
 Feliz Pentecostés!!


miércoles, 8 de junio de 2011

Pentecostés también es tiempo de interiorizar.

Una imagen suave y un texto potente de Merton (Del libro "Nuevas semillas de contemplación"), para un buen tiempo de interioridad, para contemplativos en la vida diaria también....
Feliz pentecostés!




Aprender a estar solo.
 
La soledad física, el silencio exterior y el recogimiento real son moralmente necesarios para quien quiere llevar una vida contemplativa; pero, como todo en la creación, tan sólo son medios para un fin, y si no comprendemos el fin, haremos mal uso de los medios. Hemos dicho que la soledad importante para un contemplativo es, por encima de todo, una realidad interior y espiritual. Hemos admitido que es posible vivir en una profunda y pacífica soledad interior incluso en medio del mundo y su confusión. Pero en la religión a veces se abusa de esta verdad. Hay personas consagradas a Dios cuya vida está llena de inquietud y que no desean realmente estar solas. Admiten que la soledad exterior es buena, en teoría, pero insisten en que es mucho mejor preservar la soledad interior viviendo en medio de los otros. En la práctica, su vida está devorada por actividades y estrangulada por ataduras. La soledad interior es imposible para ellas. La temen y hacen todo lo posible para huir de ella. Mas lo peor es que tratan de implicar a todos los demás en actividades tan insensatas y devoradoras como las suyas. Son grandes promotoras de trabajos inútiles. Les encanta organizar encuentros, banquetes, conferencias y charlas. Imprimen circulares, escriben cartas, hablan por teléfono durante horas a fin de reunir a un centenar de personas en una gran sala donde todos llenan el aire de humo, hacen mucho ruido, se gritan, baten las manos y, por último, regresan a sus casas dándose palmadas en la espalda, con la seguridad de que todos han hecho grandes cosas para difundir el reino de Dios.


No vamos al desierto para huir de las personas, sino para aprender la manera de encontrarlas; no las dejamos para no tener nada que ver con ellas, sino para descubrir la manera de hacerles el mayor bien. Pero éste es sólo un fin secundario.
El único fin que incluye a todos los demás es el amor de Dios.
¿Cómo pueden los seres humanos actuar y hablar como si la soledad fuera una realidad sin importancia en la vida interior? Sólo quienes no han experimentado nunca la soledad real pueden declarar fácilmente que «no hay diferencia» y que sólo importa realmente la soledad del corazón. ¡Una soledad conduce a la otra!
No obstante, la soledad más verdadera no es exterior a nosotros, no es una ausencia de personas o sonidos a nuestro alrededor; es un abismo que se abre en el centro de nuestra alma. Y este abismo de soledad interior es un hambre que ninguna cosa creada podrá satisfacer jamás. La única forma de encontrar la soledad es por medio del hambre, la sed, el sufrimiento, la pobreza y el deseo, y quien ha encontrado la soledad está vacío, como si hubiera sido vaciado por la muerte.
Ha avanzado más allá de todos los horizontes. No le quedan direcciones que pueda seguir. Éste es un país donde el centro se halla en todas partes y la circunferencia en ninguna. No lo encontramos viajando, sino permaneciendo inmóviles.
Sin embargo, es en esta soledad donde empiezan las actividades más profundas. En ella se aprende la acción sin movimiento, el trabajo que es profundo descanso, la visión en la oscuridad y, más allá de todo deseo, una consumación cuyos límites se extienden al infinito.
Aunque es cierto que esta soledad está en todas partes, hay un mecanismo para encontrarla que guarda cierta relación con el espacio real, la geografía y el aislamiento físico de las ciudades y los pueblos habitados por los hombres.
Debería haber al menos un lugar o un rincón donde nadie pueda encontrarnos, molestarnos u observarnos. Tendríamos que ser capaces de desatarnos del mundo y liberarnos, quitando los nudos de todos los finos hilos y cuerdas de la tensión que nos atan, por la vista, el sonido o el pensamiento, a la presencia de otras personas.
«Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre en lo secreto...».
Una vez que hemos encontrado tal lugar, contentémonos con él y no nos inquietemos si, por alguna razón de peso, tenemos que salir de allí. Amémoslo, regresemos a él tan pronto como nos sea posible y no tengamos prisa en cambiarlo por otro.
Las iglesias de las ciudades son a veces tranquilos y pacíficos lugares de soledad, cuevas de silencio donde la persona puede buscar refugio de la intolerable arrogancia de los afanes mundanos. A veces podemos estar más solos en una iglesia que en una habitación de nuestra casa, donde siempre pueden descubrirnos y molestarnos (y no deberíaos irritarnos por ello, ya que el amor lo exige en ocasiones). Pero en aquellas tranquilas iglesias nadie nos conoce, nadie nos molesta en medio de las sombras, donde estamos solos con unos pocos desconocidos anónimos, entre las luces de las velas y las extrañas posturas impersonales de imágenes mediocres. La misma falta de gusto y el mal estado de algunos templos los convierten en soledades mayores, si bien las iglesias no deberían ser vulgares. Y aunque lo sean, mientras estén oscuras, apenas hay diferencia.
Que siempre haya iglesias tranquilas y oscuras donde podamos refugiarnos. Lugares donde podamos arrodillarnos en silencio. Casas de Dios, llenas de Su silenciosa presencia. Allí, aunque no sepamos cómo orar, al menos podemos estar callados y respirar fácilmente. Que siempre haya un lugar en alguna parte donde podamos respirar con naturalidad, con tranquilidad y sin tener que jadear continuamente. Un lugar donde nuestra mente pueda descansar, olvidar sus preocupaciones, sumergirse en el silencio y adorar al Padre en lo secreto. No puede haber contemplación donde no hay secreto.